lunes, 18 de mayo de 2009

Boston

Amanece por detrás de la torre Hancock. Los trenes ya han recorrido unas cuantas veces las estaciones de la ciudad y conforme se ilumina el día los pasajeros bostezan menos y ven más. Muchos llevan el café salvador y sagrado en la mano. Los poderes de ese café matutino son un poco infusos, ya que está tan caliente que no lo puedes ni probar hasta transcurrida al menos media hora desde que lo compraste. Sin embargo, el simple hecho de sujetarlo en la mano parece ser suficiente para espabilar al madrugador forzoso.
Para cuando el sol alcanza su máximo esplendor los bostonianos ya han ido a correr por el río Charles, han tomado un segundo café escaqueándose un rato de la oficina, han mirado su correo personal, el Facebook y comentado, largo y tendido, el último partido de los Red Sox. Porque aquí, entiendan o no de béisbol, todos son fan de los Red Sox (y odian a los Yankees) y para demostrarlo llevan a diario todo tipo de merchandising que podamos imaginar.
Entre las 12 y las 13 yo recomendaría a los turistas o a los ociosos que no se acerquen a ningún restaurante que se halle próximo a alguna zona de oficinas, véase Prudential, Copley, Quincy Market, y otras más. Las colas para comprar comida son infinitas. Van rápidas, porque se ve que todos tienen prisa por volver al trabajo, pero infinitas.
De vuelta a las torres de colores comienzan los planes para esa cervecita que a todos les gusta tomar con los compañeros de trabajo una vez acabada la jornada. Unos irán a Vox Populi, otros al bar Lola, otros al Globe, Cheers de Quincy Market o al irlandés de City Place. Aunque los bostonianos son muy sociables y les gusta juntarse con los amigos, conocidos y los que pasaban por allí, no todos se unen a esa cervecita.
Algunos irán derechitos al gimnasio o en su defecto a cambiarse de ropa para ir sacar la bici o los patines y pasear por el río Charles. Eso sí, después se unen al resto como buenos bostonianos.
Si tu intención era tomar una caña y a casa, pero te lías, las opciones son numerosas también. Cualquier día de la semana tienes música en vivo en muchos pubs, o algún espectáculo cómico, o fiestas temáticas. Vamos, que es difícil aburrirse sea cual sea el día de la semana.
Luego el fin de semana trae opciones para todos: puedes disfrutar de la naturaleza, de una buena obra de teatro en el barrio chino, o de un ballet clásico en la Casa de la Ópera. Conciertos en el estadio de los Celtics (otra de las pasiones que vienen incluidas en el carnet de ciudadano de Boston), la playa de Revere, comer marisco en el puerto o subir a lo mas alto de la torre prudential son otras opciones que se ofrecen en esta ciudad de contrastes.
Al caer la noche, o a las 2 de la mañana cuando todos los bares cierran, cada uno elige su taxi y a casita. Si quieres ahorrar un poco e irte a casa en el T usando tu Charlie card, tendrás que acabar la fiesta un poco antes, porque a la 12:45am pasa el último tren… y os aseguro que las distancias aquí no son de 20 minutos a paso ligero.
Si es verano, no es grave tener que andar un poco. Pero en el mes de enero, con un metro de nieve en la calle, el camino lleno de charcos, y el viento soplando a -5 grados, pues sí que puede ser que todo lo bien que lo habías pasado esa noche llegue a ser una mera anécdota de aquella noche en la casi mueres congelado tratando de llegar a tu casa, porque perdiste el último metro y todos los taxis estaban ocupados o no sabían llegar a tu casa (que también le ha pasado a alguno).

1 comentario:

  1. Esto sí que es un buen retrato!toda una guía turística de Boston narrada desde un punto de vista más personal y anecdótico. Me has despertado mucha curiosidad. Lo pondré en mi lista de visitas pendientes ;) un abrazo

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