jueves, 23 de abril de 2009

Un día cualquiera en un lugar cualquiera pienso…

“Si me pides un deseo dame por patria el mundo entero” es una estrofa de una canción de Amaral. Totalmente de acuerdo…
Dar la vuelta al mundo. Qué gran sueño. ¿Podría hacerse realidad? A lo mejor no en un futuro cercano, pero dentro de unos años puede que sí. Espero que no pasen demasiados…
¿Qué esperar de este tipo de aventura? Pues supongo que un poco de todo: ver cosas interesantes, apreciar lo cotidiano, el lado simple de la vida, lo diferentes o lo iguales que son las culturas que componen el mundo…
Además, creo que sería toda una lección sobre cómo viajar con el mínimo equipaje posible. Claro, un viaje alrededor del mundo no requiere una maleta tamaño fin de semana, sino un baúl, o dos, de los de antes.
Pero eso es inviable; no te puedes desplazar cómodamente con tanto volumen y peso. Por eso pienso que es un gran momento para aprender a viajar con lo justo. ¿Cuántos pares de zapatos son los justos?
También resulta una lección sobre autocontrol consumista. No puedes comprar todos los souvenir que quisieras. ¿Por qué? Porque acumularías demasiado equipaje inútil y porque gastarías mucho dinero en enviar paquetes a casa. La solución sería comprar souvenir, pero bien elegidos.
Y por último, pero no menos importante (de hecho, es un proceso imprescindible para el éxito del viaje), sería la planificación. Desde el tiempo necesario para ahorrar el dinero que vas a necesitar, pasando por visados, cambios de moneda e itinerarios, hasta costumbres locales o condiciones climáticas de los lugares a visitar.
En resumen: mucho trabajo y sacrificio previo, pero una experiencia incomparable a cualquier otra que puedas imaginar.
¿Te apuntas?

jueves, 16 de abril de 2009

Espresso Royale Caffe

Parece mentira el bien que puede hacerle a uno un poco de calor, comida apetitosa y un puñado de caras desconocidas. Antes de entrar en el café uno se siente desorientado, vacío y quizá demasiado lejos de su hogar. Pero en el momento en que te sientas en tu mesa, esa que has decidido que va a ser especial para ti, sientes que ya no estás tan lejos de tu hogar, porque de repente estás en el hogar de todos. Todas las personas que hay en este café se sienten parte de él. Y yo también. Algunos leen un libro, otros teclean en sus portátiles, los que más, se han reunido con sus compañeros universitarios para estudiar. Y es que en este mundo de libertades e independencia no queremos que nadie nos invada nuestro hogar (el de verdad, donde dormimos y soñamos), pero no queremos sentirnos solos, así que hemos creado la cultura del salón – hogar común. Cualquiera puede entrar. Todos son bienvenidos. Lo importante es respetar la regla sagrada de acompañado – pero – solo. Me refiero a que las personas que se concentran en este tipo de establecimientos buscan compañía, pero en la distancia, es decir, su mesa es sólo de ellos y no la quieren compartir con nadie. No les interesan las relaciones sociales en este lugar, sino que buscan aprobación. Buscan a otras personas que denoten ese deseo de acompañado – pero – solo para, así, reafirmarse en que su soledad voluntaria es eso, voluntaria. No es un resultado de un cúmulo de circunstancias tales como trabajo, obligaciones financieras, deseos de independencia o estudios lo que les lleva a esta situación, sino decisión propia y de la que, además, se sienten orgullosos. Una persona valiente, dicen los allegados. Aunque en el fondo pocas personas entienden estas decisiones. Por eso, aquellos que te apoyan y que te animan en esta situación de compañía en la distancia, son las personas que verdaderamente importan. Los que hacen que tu corazón duela antes de entrar en el café. Los que te gustaría que compartiesen ese café contigo. Y los que siguen en tu corazón cuando abandonas el café para incorporarte a la realidad.
Entonces me pregunto, ¿de verdad es soledad o tan sólo añoranza?

viernes, 10 de abril de 2009

Va de abrir los ojos...

Muchas de las personas entre 12 y 20 años pertenecen a una generación que está creciendo con los hijos nacidos en España de los inmigrantes que en su día fueron ilegales, pero que con paciencia y sacrificio han conseguido regular su situación, y ahora son tan ciudadanos como cualquier persona nacida en España. Estos jóvenes, a su vez, son hijos de unos padres que hace unos años se vieron invadidos de repente por una oleada de inmigrantes ilegales que les “quitaban” el trabajo. El problema no es que les quitasen el trabajo, sino que mientras los españoles, llamémosles originales, estaban buscando un trabajo con determinadas características que lo hicieran digno, los inmigrantes ilegales no tenían reparos en aceptar cualquier trabajo, fuese digno o no. Entonces, claro, las probabilidades de unos y otros de encontrar antes un puesto de trabajo estaban claramente a favor del inmigrante ilegal. La conclusión a eso es que el español se sentía robado y humillado por unos políticos y unos empresarios que les daban más derechos a los extranjeros que a ellos.
Estos sentimientos de traición se dejaban fluir en las tertulias familiares. Ésas en las que el entonces “niño pequeño que no entiende” estaba presente. El problema es que ese niño entendía más de lo que a sus padres les parecía. Así, se fue germinando una semilla de odio y rencor hacia los inmigrantes que después ha florecido en el racismo más estúpido.
Estos niños son nuestros jóvenes de ahora, que odian a cualquier persona que no sea tan español como ellos, sólo por el hecho de no serlo. No se dan cuenta que la mayoría de sus compañeros de pupitre no han tenido la opción de elegir entre su supuesto país, y el que ahora les toca vivir. Es más, no tienen por qué elegir, ya que ellos han nacido en España y las circunstancias que trajeron aquí a sus padres no deberían influirles en su futuro ni en sus relaciones presentes con el resto de niños de la sociedad. Porque España es una sociedad y todos la enriquecemos de alguna manera.
Entonces, ¿los culpables son los padres? No, no sólo los padres, sino los padres de esos padres, quienes no se acuerdan que ellos mismos un día también fueron emigrantes y tuvieron que ir a los países vecinos a buscar trabajo, porque en el suyo no había para todos.
De esos tiempos en que la gente de otros países les ayudaba a ellos no se acuerdan, o no se lo han sabido transmitir a sus hijos, quienes ahora resulta que no se dan cuenta de que lo único que transmiten a sus propios hijos es rencor y una vida de odio hacia el prójimo que no desembocará en nada bueno. ¿Es que nadie se da cuenta de que estos pequeños racistas son nuestros líderes del futuro? Y no de un futuro tan lejano.
También es culpa de los mismos jóvenes, que parece mentira que con tanta información y oportunidades como tienen a su alcance, (¡ya las habrían querido para sí sus abuelos emigrantes!), no las aprovechen y se empapen de cultura y de diversidad. Sólo las utilizan para montar plataformas y foros racistas y extender las semillas del miedo a una invasión imaginaria por parte de los inmigrantes, esos seres malos, peligrosos e incivilizados a quienes vemos en las noticias que vienen en patera… ¿Es que no saben que en avión se llega antes? Lo que los medios no cuentan muchas veces, por no decir nunca, es que casi todos esos inmigrantes que arriesgan su vida para alcanzar nuestras costas con la esperanza de una vida mejor, no lo hacen por el capricho de escalar posiciones en el mundo del bienestar, sino porque en su país tienen verdaderos problemas para sobrevivir y, además, ven que nadie hace nada por resolver esos problemas. Es que resulta que a sus dirigentes no les interesa resolverlos, ya que estos mismos dirigentes son parte integrante de las mafias y de los extorsionadores que crean las situaciones tan dramáticas y desesperanzadoras de estos licenciados, educados ciudadanos del mundo. Sí, señores, la mayoría de estos “analfabetos”, no son tales, sino personas con unos niveles de educación bastante altos y con conocimientos suficientes como para darse cuenta de que la única solución que les queda es salir de su país si algún día esperan tener una vida, ya no digo digna, sino tan siquiera una vida.
Y ahora vuélvete a pensar si realmente el inmigrante ilegal que han contratado para recoger las manzanas del suelo tiene mucha más suerte que tú, que ni siquiera has considerado ese trabajo. Ese inmigrante vive en un país donde no conoce el idioma, donde no es bien recibido, donde no tiene ningún tipo de derechos y donde a la mínima metedura de pata puede acabar muerto en cualquier cuneta. ¿Se viene abajo? No, cada día se esfuerza un poco más en aprender el oficio, en hablar el idioma y en ahorrar todo lo que pueda, porque necesita pagar a las mafias que lo trajeron aquí, y aún le sobra dinero para mandarlo a su familia, que se ha quedado en su país. Ese dinero que llega en contadas ocasiones es el único sustento que tienen para todo el mes.
¿Aún sigues pensando que tiene más suerte que tú? Resulta que cuando por fin consigue traer a su mujer, embarazada de ocho meses, tiene que mantener a su familia de aquí, más su familia de allí. Cuando ese bebé crezca le tendrá que decir que los españoles son buenas personas porque le han dado la oportunidad de empezar una nueva vida, reunir a su familia y darle una vida a él. Pero, ¿crees que ese niño va a respetar a los españoles y a creer a su padre cuando vaya al colegio y todo lo que se encuentre sean malas caras, palabras hostiles y actos violentos en su contra? Yo creo que lo tiene un poco difícil.
Ahora mira a tu alrededor y piensa en las personas que ves. A lo mejor después de leer esto ya no los ves como unos retrasados que no hablan bien tu idioma, que no llevan ropa de marca y que vagabundean por la calles porque a sus padres no les llega el dinero para apuntarlos a clases extraescolares, como hacen los tuyos. ¿Todavía crees que son inferiores a ti y que deben morir? ¿Qué pasará cuando tú te quedes sin trabajo en España, porque cierran las empresas por causa de una crisis que ni siquiera tu país ha provocado, pero que te repercute, y te tengas que ir a otro país a buscarte la vida? ¿No te encontrarás en la misma situación que los padres de tu ahora compañero de pupitre? Pues piensa que serás un licenciado en un país extraño. Que, con suerte y gracias a esas clases extraescolares que papá y mamá pagaron, conocerás el idioma, y que si alguien hace algo para ayudarte no es sino un gesto de cortesía y civismo del que muchos jóvenes de hoy carecen.
¿Todavía crees que aquél inmigrante que recoge manzanas es más afortunado que tú? Piénsatelo dos veces, (o diez si hace falta) antes de contestar.

viernes, 3 de abril de 2009

No sé… según me sople el aire.

Es una frase que digo con frecuencia y en la que creo firmemente. El hecho es que en mi vida he tenido que tomar decisiones muy importantes para las que he considerado mis necesidades, el proceso que debía seguir, así como las consecuencias de cada posibilidad.
Sin embargo, hay otras decisiones que no requieren de este sistema, sino que las decido “según me sopla el aire”. No quiere decir que sean menos importantes, sino que simplemente requieren un sistema de decisión diferente.
Por esta razón, los artículos que en este blog se podrán encontrar de ahora en adelante serán sobre temas muy diferentes entre sí. Además, algunos serán pura fantasía, otros, reflexiones sobre la vida cotidiana o sobre lo extraordinario, o meras anécdotas de mi aventura por el mundo. Porque mis pensamientos fluyen “según sople el aire”.