viernes, 10 de abril de 2009

Va de abrir los ojos...

Muchas de las personas entre 12 y 20 años pertenecen a una generación que está creciendo con los hijos nacidos en España de los inmigrantes que en su día fueron ilegales, pero que con paciencia y sacrificio han conseguido regular su situación, y ahora son tan ciudadanos como cualquier persona nacida en España. Estos jóvenes, a su vez, son hijos de unos padres que hace unos años se vieron invadidos de repente por una oleada de inmigrantes ilegales que les “quitaban” el trabajo. El problema no es que les quitasen el trabajo, sino que mientras los españoles, llamémosles originales, estaban buscando un trabajo con determinadas características que lo hicieran digno, los inmigrantes ilegales no tenían reparos en aceptar cualquier trabajo, fuese digno o no. Entonces, claro, las probabilidades de unos y otros de encontrar antes un puesto de trabajo estaban claramente a favor del inmigrante ilegal. La conclusión a eso es que el español se sentía robado y humillado por unos políticos y unos empresarios que les daban más derechos a los extranjeros que a ellos.
Estos sentimientos de traición se dejaban fluir en las tertulias familiares. Ésas en las que el entonces “niño pequeño que no entiende” estaba presente. El problema es que ese niño entendía más de lo que a sus padres les parecía. Así, se fue germinando una semilla de odio y rencor hacia los inmigrantes que después ha florecido en el racismo más estúpido.
Estos niños son nuestros jóvenes de ahora, que odian a cualquier persona que no sea tan español como ellos, sólo por el hecho de no serlo. No se dan cuenta que la mayoría de sus compañeros de pupitre no han tenido la opción de elegir entre su supuesto país, y el que ahora les toca vivir. Es más, no tienen por qué elegir, ya que ellos han nacido en España y las circunstancias que trajeron aquí a sus padres no deberían influirles en su futuro ni en sus relaciones presentes con el resto de niños de la sociedad. Porque España es una sociedad y todos la enriquecemos de alguna manera.
Entonces, ¿los culpables son los padres? No, no sólo los padres, sino los padres de esos padres, quienes no se acuerdan que ellos mismos un día también fueron emigrantes y tuvieron que ir a los países vecinos a buscar trabajo, porque en el suyo no había para todos.
De esos tiempos en que la gente de otros países les ayudaba a ellos no se acuerdan, o no se lo han sabido transmitir a sus hijos, quienes ahora resulta que no se dan cuenta de que lo único que transmiten a sus propios hijos es rencor y una vida de odio hacia el prójimo que no desembocará en nada bueno. ¿Es que nadie se da cuenta de que estos pequeños racistas son nuestros líderes del futuro? Y no de un futuro tan lejano.
También es culpa de los mismos jóvenes, que parece mentira que con tanta información y oportunidades como tienen a su alcance, (¡ya las habrían querido para sí sus abuelos emigrantes!), no las aprovechen y se empapen de cultura y de diversidad. Sólo las utilizan para montar plataformas y foros racistas y extender las semillas del miedo a una invasión imaginaria por parte de los inmigrantes, esos seres malos, peligrosos e incivilizados a quienes vemos en las noticias que vienen en patera… ¿Es que no saben que en avión se llega antes? Lo que los medios no cuentan muchas veces, por no decir nunca, es que casi todos esos inmigrantes que arriesgan su vida para alcanzar nuestras costas con la esperanza de una vida mejor, no lo hacen por el capricho de escalar posiciones en el mundo del bienestar, sino porque en su país tienen verdaderos problemas para sobrevivir y, además, ven que nadie hace nada por resolver esos problemas. Es que resulta que a sus dirigentes no les interesa resolverlos, ya que estos mismos dirigentes son parte integrante de las mafias y de los extorsionadores que crean las situaciones tan dramáticas y desesperanzadoras de estos licenciados, educados ciudadanos del mundo. Sí, señores, la mayoría de estos “analfabetos”, no son tales, sino personas con unos niveles de educación bastante altos y con conocimientos suficientes como para darse cuenta de que la única solución que les queda es salir de su país si algún día esperan tener una vida, ya no digo digna, sino tan siquiera una vida.
Y ahora vuélvete a pensar si realmente el inmigrante ilegal que han contratado para recoger las manzanas del suelo tiene mucha más suerte que tú, que ni siquiera has considerado ese trabajo. Ese inmigrante vive en un país donde no conoce el idioma, donde no es bien recibido, donde no tiene ningún tipo de derechos y donde a la mínima metedura de pata puede acabar muerto en cualquier cuneta. ¿Se viene abajo? No, cada día se esfuerza un poco más en aprender el oficio, en hablar el idioma y en ahorrar todo lo que pueda, porque necesita pagar a las mafias que lo trajeron aquí, y aún le sobra dinero para mandarlo a su familia, que se ha quedado en su país. Ese dinero que llega en contadas ocasiones es el único sustento que tienen para todo el mes.
¿Aún sigues pensando que tiene más suerte que tú? Resulta que cuando por fin consigue traer a su mujer, embarazada de ocho meses, tiene que mantener a su familia de aquí, más su familia de allí. Cuando ese bebé crezca le tendrá que decir que los españoles son buenas personas porque le han dado la oportunidad de empezar una nueva vida, reunir a su familia y darle una vida a él. Pero, ¿crees que ese niño va a respetar a los españoles y a creer a su padre cuando vaya al colegio y todo lo que se encuentre sean malas caras, palabras hostiles y actos violentos en su contra? Yo creo que lo tiene un poco difícil.
Ahora mira a tu alrededor y piensa en las personas que ves. A lo mejor después de leer esto ya no los ves como unos retrasados que no hablan bien tu idioma, que no llevan ropa de marca y que vagabundean por la calles porque a sus padres no les llega el dinero para apuntarlos a clases extraescolares, como hacen los tuyos. ¿Todavía crees que son inferiores a ti y que deben morir? ¿Qué pasará cuando tú te quedes sin trabajo en España, porque cierran las empresas por causa de una crisis que ni siquiera tu país ha provocado, pero que te repercute, y te tengas que ir a otro país a buscarte la vida? ¿No te encontrarás en la misma situación que los padres de tu ahora compañero de pupitre? Pues piensa que serás un licenciado en un país extraño. Que, con suerte y gracias a esas clases extraescolares que papá y mamá pagaron, conocerás el idioma, y que si alguien hace algo para ayudarte no es sino un gesto de cortesía y civismo del que muchos jóvenes de hoy carecen.
¿Todavía crees que aquél inmigrante que recoge manzanas es más afortunado que tú? Piénsatelo dos veces, (o diez si hace falta) antes de contestar.

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