jueves, 16 de abril de 2009

Espresso Royale Caffe

Parece mentira el bien que puede hacerle a uno un poco de calor, comida apetitosa y un puñado de caras desconocidas. Antes de entrar en el café uno se siente desorientado, vacío y quizá demasiado lejos de su hogar. Pero en el momento en que te sientas en tu mesa, esa que has decidido que va a ser especial para ti, sientes que ya no estás tan lejos de tu hogar, porque de repente estás en el hogar de todos. Todas las personas que hay en este café se sienten parte de él. Y yo también. Algunos leen un libro, otros teclean en sus portátiles, los que más, se han reunido con sus compañeros universitarios para estudiar. Y es que en este mundo de libertades e independencia no queremos que nadie nos invada nuestro hogar (el de verdad, donde dormimos y soñamos), pero no queremos sentirnos solos, así que hemos creado la cultura del salón – hogar común. Cualquiera puede entrar. Todos son bienvenidos. Lo importante es respetar la regla sagrada de acompañado – pero – solo. Me refiero a que las personas que se concentran en este tipo de establecimientos buscan compañía, pero en la distancia, es decir, su mesa es sólo de ellos y no la quieren compartir con nadie. No les interesan las relaciones sociales en este lugar, sino que buscan aprobación. Buscan a otras personas que denoten ese deseo de acompañado – pero – solo para, así, reafirmarse en que su soledad voluntaria es eso, voluntaria. No es un resultado de un cúmulo de circunstancias tales como trabajo, obligaciones financieras, deseos de independencia o estudios lo que les lleva a esta situación, sino decisión propia y de la que, además, se sienten orgullosos. Una persona valiente, dicen los allegados. Aunque en el fondo pocas personas entienden estas decisiones. Por eso, aquellos que te apoyan y que te animan en esta situación de compañía en la distancia, son las personas que verdaderamente importan. Los que hacen que tu corazón duela antes de entrar en el café. Los que te gustaría que compartiesen ese café contigo. Y los que siguen en tu corazón cuando abandonas el café para incorporarte a la realidad.
Entonces me pregunto, ¿de verdad es soledad o tan sólo añoranza?

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