lunes, 5 de octubre de 2009

De paso

Hace unos meses una amiga me mandaba un mensaje al móvil: “Estoy en una estación de servicio rumbo a Valladolid. ¿Alguna vez te has parado a pensar lo inmensamente tristes y desoladores que son estos sitios? A medio camino a ninguna parte; quizá como gran parte de la gente que hay aquí. Quizá como tú y yo. De todas partes y de ninguna en concreto.”
Tras una primera lectura pensé que estaba de acuerdo con ella: suelen estar en medio de la nada, y estás allí de paso, por lo que tratas de pasar con el mínimo contacto posible y casi de puntillas.
Pero ahora, cuando me he decidido a escribir sobre esta idea/reflexión de mi amiga, me he dado cuenta de que hay algo más. Las estaciones de paso merecen un poco más de cariño, ya que son pequeños oasis en tu gran o fatal viaje.
Tienen la responsabilidad de ofrecerte todo lo que puedas necesitar en un mínimo de tiempo. Allí comes, vas al baño, compras regalitos, te fumas un cigarro, estiras las piernas, reflexionas sobre el más allá, llamas por teléfono (a los que has dejado atrás o a los que te esperan al final, o a los que no han podido ir contigo, o a los que te gustaría que estuviesen). En fin, que son una parte importante de cada viaje.
Son tristes y desoladores. Bueno, alegres no son, pero yo diría que son tranquilos, sin estímulos, para que nada distraiga a tu mente del descanso buscado en estos lugares.
Están a medio camino. Claro, porque si estuviesen al principio o al final, no servirían de nada. Pero no a medio camino a ninguna parte, porque siempre tienes tu punto de partida y tu punto de llegada. Qué dejas en el primero y qué deseas encontrar en el segundo es cosa tuya, y tienes todo el camino, más la parada en la estación de servicio para concentrarte en esos objetivos.
Por otro lado están las personas que trabajan allí. Son pocas, pero son las mismas día tras día. Ven y oyen historias de todo tipo. Se cruzan con gente de todo tipo. Pero ellos siempre están ahí, al pie del cañón para hacerte esos minutos lo más agradables y eficientes posible, ya que tu lista de cosas para hacer en tan poco rato suele ser larga: baño, comida, bebida, cigarro, revista para lo que queda de viaje…
En cuanto a nosotras, no es que seamos de todas partes y de ninguna en concreto. Las dos tenemos nuestras raíces en sendas tierras de España, pero lo que pasa es que nos gusta movernos, somos unos “culos inquietos” y no queremos establecernos para siempre en ningún sitio. Por lo tanto nos declaramos ciudadanas del mundo, eso sí, con un campamento base al que siempre volvemos en tiempos buenos y en tiempos malos. Allí, además, los nuestros siempre nos reciben con los brazos abiertos; ya volvamos para un día, una semana o un mes.

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